El negro hueco de la soledad.
- Sonia Giraldo Buitrago -
- Mar 16, 2017
- 2 min read

Un habitante de calle que vive sus grises días en el caño de la Av. Boyacá.
Preso de la droga, la calle, la soledad y el frío de la Capital este hombre pasa sus grises días, viviendo en el caño de la Av. Boyacá, llegó allí hace tres meses, con una carreta azul desgastada, ropa sucia y la basura con cual recicla.
Su rutina es efímera, hay días en los que despierta toma un baño entre ropa negra y percudida, agua amarilla de las alcantarillas y siendo sujeto de la agonía de la sociedad, recuerda que sus dientes también requieren de aseo, así que toma su cepillo de dientes y con agua turbia, deja sus dientes casi blancos, su mente se nubla y de nuevamente piensa en la adicción, así que rápidamente se viste y se enfrenta con sus demonios, una pipa gris, al lado de su gran desorden, le habla de manera esquizofrénica, le repite que la acaricie y la encienda lentamente.
Las miradas de la sociedad, como un revólver que juzga al que viste mal o no ha de vivir como los demás, un pasar de página vacía, aguantado la respiración porque tal vez el hambre y la sed dejan de tomar importancia al ser esclavo de la sustancia blanca que corta las alas soñadoras de quien la prueba y queda en reposo su mente, olvidando el brillo de los días azules y llenos de gloria, que, por ser atado, no volverá a ver.
Como una espina que reposa en la piel, el habitante de calle, entre su melodrama, pasa días en soledad, sin importar quien lo ve, quien está, quien se fue, solo el paso del agua turbia y los días grises que inundan lo ahora entre un hueco de un caño se hace llamar su cama, un pedazo de madera y un tapete gris de lo sucio que acobija sus frías madrugadas.
Despertar sin aliento
La crueldad de los días acecha sobre un habitante de calle que no recuerda, familia, nombre, teléfono o dirección alguna de su antigua vida, despierta a la realidad que solo agobia y para escapar es necesario el amarillo de los días conjugado con un tarro de pegante que estalla su mente y lo lleva alucinar el paraíso infectante de su psiquis.
El objetivo, claramente. es no recordar y aún así, en los días que despierta con ánimo, quisiera este hombre lucir como un muñeco nuevo que tienen en venta o alquiler, dejando con las horas transformar su entorno de nuevo a ese lugar lleno de escombros, basura y sueños rotos que quedaron en algún barrio de la ciudad, con alguna madre, familia y hogar.
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