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Errores que matan

  • Sonia Giraldo Buitrago -
  • Mar 31, 2017
  • 2 min read

El alma desecha por el dolor de perder un hijo


Días negros llenos de violencia, gritos, golpes, ver su madre destrozada, su sonrisa perdida, un niño de tan solo seis años, que comprende lo que estaba pasando en su núcleo familiar, algo más grave que romper el florero de la tía furiosa por accidente.


La llamada de la Profesora


El niño presentó un cambio de ánimo, desde unas semanas atrás, permanecía triste, introvertido y no traía las tareas completas, su madre le decía a la profesora, que hablaría con su esposo y con el niño, para saber, que estaba pasando. Cuando llegó a casa de nuevo, el infierno, los gritos y los malos tratos hicieron imposible la comunicación familiar, esta vez los golpes fueron más fuertes, incontrolables, Clara y su hijo Julián, tomaron sus cosas y salieron a la casa de su tía.


Se fueron de casa


Al llegar a casa de su tía, Clara llamó inmediatamente a un abogado, e inició los trámites del divorcio y la custodia de su hijo, ante lo más profundo de su dolor físico y psicológico, olvidó que su hijo Julián estaba en medio del caos ocasionado con su esposo, el niño que callaba, pero escuchaba atentamente todo lo que sus padres se gritaban al pelear, aun así, se acercó a su madre para jugar y entre el descontrol, la rabia, desespero, ella prefirió rechazar a su hijo y decirle que no había tiempo, que jugara solo, porque ella estaba ocupada, hablando de algo más importante que jugar en ese momento.


Julián y la bicicleta se fueron para el cielo


El niño decidió jugar solo, destrozar sus juguetes con rabia, subir a la terraza con su avión, vuelta tras vuelta, en la altitud de cuatro pisos lo que aproximadamente era 16 metros de altura, para sentir que volar, Julián toma la bicicleta nueva. que su padre le había regalado hacia dos días, alegre, pero a la vez triste, decide subirse y dar vueltas tras vueltas en ella, olvidando la altura de la terraza o tal vez sin saberlo, pedalea y pedalea, cuando de repente se escuchó un grito, inmediatamente un estruendo, los vecinos salieron para saber qué era lo que había sucedido. Un charco rojo, lleno de sangre y seguido, el niño inconsciente en suelo, su bicicleta al lado, Clara gritando, pero ya no se podía hacer nada, su hijo murió esa noche, dejando un vacío y una lección para toda su familia.

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